V Domingo de Cuaresma ciclo C

 

 

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Si el evangelio del domingo pasado nos revelaba el pecado como ruptura con el Padre, hoy nos lo presenta como infidelidad al Esposo. Esa mujer adúltera somos cada uno de nosotros, que, en lugar de ser fieles al amor de Cristo (2 Cor 11,2), le hemos fallado en multitud de ocasiones. Ahí radica la gravedad de nuestros pecados: el amor de Cristo despreciado. Lo mismo que el pueblo de Israel (Os 1,2; Ez 16), también nosotros somos merecedores de reproche: “¡Adúlteros¡ ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desee ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios” (Sant 4,4).

Por otra parte, el conocimiento del propio pecado es lo que nos hace radicalmente humildes. Los acusadores de esta mujer desaparecen uno tras otro cuando Jesús les hace ver que son tan pecadores como ella. La presente Cuaresma quiere dejarnos más instalados en la verdadera humildad, la que brota de la conciencia de la propia miseria y no juzga ni desprecia a los demás (cfr. Lc 18, 9-14).

Finalmente, este relato manifiesta toda la fuerza y la profundidad del perdón de Cristo, que no consiste en disimular el pecado, sino en perdonarlo y en dar la capacidad de emprender un camino nuevo: Vete, no peques más en adelante”. La grandeza del perdón de Cristo se manifiesta en el impulso para vencer el pecado y vivir sin pecar.

 

Author: nsdelcarmen c

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